Volveré.

La comicteca: Planetary

Por fin. Por fin se ha editado, hace unas semanas, el último tomo de la serie Planetary en España.  Hace ya más de un año que terminó el periplo de esta guadianesca serie en EE.UU. pero si no eres muy ducho con el inglés o no has podido conseguirla de importación estarás de enhorabuena si sigues la serie (seguramente lo estás aunque cumplas lo anterior).

La serie comenzó su periplo hispánico en marzo de 2000 (en EE.UU. comenzó casi un año antes, abril de 1999) y presentaba el argumento de un -extraño- grupo de arqueólogos que se dedica, bajo las ordenes de un misterioso cuarto hombre, a investigar y catalogar los misterios o la historia oculta del mundo. La multimillonaria organización recibe el nombre de Planetary. La serie se abre con el no menos misterioso Elijah Snow, un hombre que tiene la edad del siglo (nació en 1900) ya que envejece muy lentamente y, además, tiene la capacidad de manipular la temperatura, Snow es reclutado por Jakita Wagner (una mujer con enorme fuerza y una muy baja tolerancia al aburrimiento) para que trabaje en Planetary. Junto a ellos dos terminará formando el trío oficial, el llamado grupo de campo, un extraño personaje que responde al nombre de «El batería» (The Drummer, en inglés) que tiene la particularidad de hablar o interactuar con las maquinas. Como ves el argumento es interesante y extraño/raro a partes iguales.

Así desfilaban, en inicio, ante nuestros ojos una serie de capítulos autoconclusivos en los que se indagaba en esa historia oculta del mundo y en los que se empezaba a ver una de las características de la serie: la multitud de homenajes y referencias a la cultura popular del siglo XX, ya sea cine, literatura, cómic, videojuegos, etcétera. Así no es difícil ver homenajes/referencias a Doc Savage, al cine oriental, a los 4 fantásticos, Nick Furia, Marilyn Monroe, el Área 51, personajes insignia de DC (Superman, Wonder Woman o Green Lantern), la literatura pulp de los años 40 y 50, Tarzán, Sherlock Holmes, Julio Verne (estas dos últimas, referencias decimonónicas), John Constantine, Spider Jerusalem, Expediente -X, Arthur Clarke, Matrix, Alan Moore, Grant Morrison, incluso a Ryu del Street Fighter (¿no me digáis que el personaje del segundo número no es claramente él?) entre otras muchas, muchísimas, referencias.

Si solo fuera una serie basaba en homenajes o relecturas postmodernas de referencias populares ya sería una buena serie pero además la serie no se basa solo en eso, conforme va avanzando nos va revelando una trama de misterios y conspiraciones entorno a los personajes principales, ese cuarto hombre, el grupo llamado los Cuatro, y los misterios que tienen que investigar. Estos misterios tienen un punto culminante en el número 12 de la colección, en lo que podríamos considerar el primer ciclo de la serie y que está recopilado en un bonito tomo por Norma Editorial.

La serie nació de la cabeza de Warren Ellis (1968, Inglaterra, no confundir con el músico de los Bad Seeds) con una duración determinada, en principio pensaba en unos 24 ó 26 números que al final han sido 27 (ha contado con un epílogo). Ellis pertenece a esa estirpe de guionistas ingleses (Grant Morrison, Mark Millar, Alan Moore, Garth Ennis, etcétera) con esa capacidad para conformar historias interesantes, con buenos diálogos, algo de mala baba y con gusto por la conspiratoria gubernamental.

Y si nació de la cabeza de Ellis tomó forma en los pinceles de John Cassaday (1971, EE.UU.), en lo que es el trabajo que le catapultó a la fama dentro del mundillo y le llevó a convertirse en uno de los mejores dibujantes americanos de la actualidad. Dibujante claro y vistoso además de un grandísimo narrador, en Planetary hace un trabajo enorme, además de poder verse la evolución completa de un autor desde sus primeros y algo vacilantes pero interesantes números a los últimos, realmente espectaculares. Como ha quedado claro ambos han tenido una sinergia perfecta que ha repercutido, para bien y para mal, en la serie. Para bien porque todos los números están realizados por ellos con enorme dedicación y cuidado, para mal porque al estar realizados todos los números por ellos y debido a otros muchos trabajos hizo que esta serie se resintiera y no haya terminado hasta ¡10 años después de su inicio!

Pero eso ya es el pasado. La serie ha terminado, algunos ya saben su final, en mi caso no (y soy de los que empecé y tengo la serie en grapa con Planeta). Estoy a la espera de hacerme con ese tomo que ha publicado Norma hace unas semanas; no sé como terminará pero muy mal tendrían que haberlo hecho para que cambie mi percepción de que he tenido el placer de leer una de las mejores series (y no me refiero solo al ámbito del cómic) que ha dado esta década.

P.D. Como curiosidad me gustaría destacar el gran trabajo de Cassaday en las portadas, característica algo olvidada -por desgracia- en muchos cómics actuales desde hace años. Aquí las portadas, en muchos casos, intentan ser originales a la par que en muchos casos son un homenaje o referencia a la historia que hay en el interior. Es algo que pone de manifiesto lo que han cuidado, los autores, esta serie.

Hurtos, Karma y libros usados.

hurto.

(Del lat. furtum).

1. m. Acción de hurtar.

2. m. Cosa hurtada.

3. m. En las minas de Almadén, España, camino subterráneo a uno y otro lado del principal, para facilitar la extracción de metales o dar comunicación al aire, o para otros fines.

4. m. Der. Delito consistente en tomar con ánimo de lucro cosas muebles ajenas contra la voluntad de su dueño, sin que concurran las circunstancias que caracterizan el delito de robo.

Quedemos con la última definición, la del derecho, ¿quién no ha hurtado, sisado, algo alguna vez? ¿No?, ¿en serio? Yo creo que todos, directa o indirectamente (¿quién no ha hecho un «simpa» alguna vez?), hemos hecho algún pequeño hurto. Es más creo que es una especie de rito de iniciación (normalmente es siempre en la adolescencia) como puede ser la primera copa. Pero seguro que más de uno, alguna vez, habrá sido «amigo de lo ajeno». Yo lo confieso, alguna vez, muy pocas, lo he hecho. Pocas y, será en parte por moral judeocristiana europea, que me he sentido, a posteriori, algo culpable por este acto. Bueno, al grano, quizá el único hurto «destacable» que recuerdo es el de un libro de segunda mano en una librería al lado de la Universidad donde estudiaba (no doy más pistas, no vaya a ser que me pasen cuentas). Debió ser en 2º ó 3º de carrera, con otros compañeros de clase, había una libros expuestos sin nadie «custodiándolos» con lo cual nuestra idiosincrasia hispánica nos hizo apropiarnos de un libro cada uno. Yo me hice con uno de H.G. Wells, La isla del Doctor Moreau. Conocía a Wells pero la verdad que este libro suyo, en concreto, no me interesaba demasiado. Fue hurtar por hurtar, por lo fácil que lo habían dejado, ¿qué bueno es el ser humano, no? Eso fue hace unos cuántos años, total que el libro ahí ha estado tirado por casa, sin darle su uso (o sea, leerlo). De hecho siempre me arrepentí de no coger un librito de pin-ups de Mel Ramos que se lo agenció antes otro amigo. La cuestión, que de un tiempo a esta parte me he visto en una especie de necesidad Kármica con ese libro (puede que también derivada de esa moral a la que hacía referencia más arriba) y he decidido leerlo (me guste o no), siento que si no lo leo es como si el libro me poseyera a mí en vez de viceversa. Es más, estoy pensando en meterlo en Bookcrossing una vez lo termine. Me parece que no valdría para ladrón de guante blanco…

Otoño

El otoño, como todas las estaciones, es un estado mental además de meteorológico. A algunos les gustará, a otros no. Yo me encuentro en el segundo grupo. Cada año que pasa llevo peor la entrada en el otoño, mucho peor que el invierno al que ya llego acostumbrado por su «primo hermano». El otoño tiene de contraste el verano (días largos de sol), para encontrarte progresivamente (o de golpe si vives en Zaragoza) con un tiempo cada vez más tocapelotas, de tardes de poco sol (o sin él) acompañadas de alguna que otra lluvia puñetera o de aire. Pero como todo tiene sus cosas o sus puntos, y, como muchas cosas relacionadas conmigo, uno de esos puntos es musical. El otoño es un estado mental, decía, pero también musical. Creo que sabéis lo que digo y no hace falta explicarlo (el laconismo también es bastante propio de este tiempo).

P.D. Quiero escribir algo sobre cómics (Predicador, Born Again, Y: el último hombre, etcétera) o preparar mi gran post sobre la mierda (sí, sobre la mierda), para al final volver a hablar sobre lugares comunes. Qué se la va a hacer… Será cosa del otoño.

15 álbumes en menos de 15 minutos

Acabo de ver que circula un jueguecito chorras por Facebook y que consiste en que uno elige quince discos en menos de quince minutos. Se basa en poner los primeros quince discos que te vengan a la cabeza, sin pensarlo apenas. Bueno así es como yo lo he hecho, por curiosidad, y estos han sido los quince discos que me han salido:

The Beatles – Revolver
David Bowie – The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars
The Smiths – The Queen is dead
Massive Attack – Blue Lines
Spiritualized – Ladies and Gentlemen We are floating in space
My Bloody Valentine – Loveless
Joy Division – Substance
Los Planetas – Una semana en el motor de un autobús
Radio Futura – La canción de Juan Perro
Pink Floyd – Dark Side of the moon
Talking Heads – Remain in light
Marvin Gaye – What´s Going on
Rubén Blades – Siembra
Doves – The Last Broadcast
The Flaming Lips – Yoshimi battles the pink robots

No es una lista muy original pero a mí me resulta algo curiosa. Como, por ejemplo, que me salga un disco de Doves, que es un grupo que me encanta pero si hiciera una lista más taimada probablemente no lo elegiría. O como unos discos me llevan a otros (Bowie a los Smiths, Marvin Gaye a Rubén Blades, Los Planetas a Radio Futura, Doves a los Flaming Lips, etcétera) en unas extrañas, o no tanto, asociaciones mentales (están en el orden que me han ido saliendo).

Ale, aquí queda la curiosidad. Si alguien se anima a hacerlo…

Maridos y mujeres

¿Cómo saber que te estas haciendo mayor? ¿Por qué te da por ver obras en la calle?, bueno eso sería porque te estas convirtiendo en un abuelo. No, para mí, saber que te estas haciendo mayor (entrando en la verdadera madurez) es cuando te empieza gustar o entiendes bien «Maridos y mujeres» de Woody Allen.

A ver, desde hace años me gusta Woody Allen. «Annie Hall» es una de mis películas favoritas tiempo ha y siempre me encantaron otras muchas suyas («Hannah y sus hermanas», «El dormilón», «Misteriosos asesinato en Manhattan» o «Broadway Danny Rose», por poner algunas) pero «Maridos y mujeres» era una de sus películas que no me acaba de llegar. El tema de la relaciones maritales  y sentimentales siempre ha estado muy presente en gran parte de la filmografía de Allen (pero en muchos casos no era el único centro, como pasa en «Misterioso asesinato en Manhattan» por ejemplo) pero en esta era un eje tan evidente y se veía tan… viejuno. Sí, me parecía una película de viejunos (y la verdad, me lo sigue pareciendo). Cuarentones y cincuentones en crisis; pufff,  no conseguía sentirme involucrado, la verdad. Encima su cámara en mano (recurso copiado por muchos cineastas en los noventa que intentaban hacer supuestas películas maduras), a pesar de ser un estilo que me suele gustar, aquí me acababa cansando. Tampoco me acababa de llegar el mostrar las tripas de lo que estaba siendo una relación en crisis (Allen – Farrow), aunque suele ser interesante eso de exorcizar demonios a través del arte.

Pero, ya hace unos años, empecé a apreciar cada vez más esta película. Empecé a ver hacía lo que, en muchos casos, vamos; a entender muchas de sus escenas; a verme (o ver gente) reflejado en algunas actitudes, formas de ser o estilo de vida (ese aire urbanita tan propio de la clase media aunque eso está en casi todas las películas de Allen); a conocer gente que está cercana a esas edades (aunque yo aún este lejos); a, en definitiva, darte cuenta que (estemos o no casados) muchos podemos terminar siendo «Maridos y mujeres». Sí, cuando entiendes «Maridos y mujeres» es que, poco a poco, puedes terminar por convertirte en tus padres. Enhorabuena.

Labordeta.

No pensaba hacer ninguna entrada pero me ha sorprendido, para bien, la repercusión que ha tenido el fallecimiento de José Antonio Labordeta, tanto a nivel autonómico (algo lógico) como nacional. Labordeta… admito que nunca he sido seguidor suyo o he estado apenas interesado en su faceta como músico o cantante. Es decir, siempre lo conocí desde su faceta política (tampoco como escritor o docente). Es más, dentro del tema musical tengo que confesar que no sabía (hasta hoy), y soy aragonés (aunque esto, quizá, lo ponga en duda), que «Canto a la libertad» estaba considerado de forma popular el himno aragonés. En serio (qué vergüenza…). Bueno, lo que digo, a Labordeta siempre lo tuve desde una perspectiva política aunque sabía que tenía un pasado musical. Labordeta como político siempre pareció cercano, accesible, por eso, quizá, tantos comentarios lamentando su muerte. También, creo yo, porque siempre fue un político que nunca tuvo que decir un Diego donde había dicho un digo. Y, sobre todo, para bien o para mal por aquella famosa escena en que decidió enviar a la mierda a parte del grupo popular. Se puede estar más o menos de acuerdo con sus ideas políticas (yo llegué a votar a la CHA hace muchos años y, en un 95%, se debió a su figura) pero como persona transmitía  el saber estar de las personas que nada se deben y nada se tienen que reprochar. Yo, la verdad, hoy lo que he recordado de él (además de alguna intervención antes mencionada), han sido algunas escenas fuera de foco. Es decir, recuerdo que alguna vez lo había visto saliendo de la compra en algún supermercado de Zaragoza o de El Corte Inglés con su familia. Esas imágenes tan costumbristas creo que definen muy bien como debía ser, no tuve la fortuna de conocerlo en persona, un tipo normal. Y esto no es una obviedad aunque pueda parecerlo. También he recordado su «País en la mochila», su gusto por lo popular y la tradición bien entendida. Voy a terminar con una gran frase que acaba de colocar un contacto mío en Facebook: «uno de los principales culpables de que a los aragoneses se nos quiera en todos los sitios«, amén.

P.D. Como curiosidad, que apunta la Wikipedia, le dio clase a Federico Jiménez Losantos.

La comicteca: Lupus.

Lo primero, aclarar que este cómic nada tiene que ver ni con la enfermedad ni con House ¿ok? Perfecto. Aclarado esto, ¿de qué va pues? ¿Por qué ese título? Pues el título del cómic tiene que ver con el principal protagonista del relato, Lupus. Sí, Lupus, extraño nombre el que se le ocurrió al autor Frederik Peeters tanto para el protagonista como para dar nombre al relato. Frederik Peeters (Ginebra, 1974) es uno de los jóvenes autores europeos que llevan un tiempo despuntando en el ámbito del cómic. Es el autor de la autobiográfica y premiada «Píldoras azules«, y aunque en principio esta obra, Lupus, parezca un cambio de tercio en temática en el fondo no lo es tanto.

Lupus, empieza a narrando la historia de dos amigos (Tony y Lupus) que se dedican a recorrer el universo para, básicamente, practicar la pesca en los planetas más curiosos y ponerse de drogas hasta las cejas, hasta que en uno de los planetas en el que están recogen a una chica desconocida llamada Sanaa (sí, muchos de los nombres se las traen), que a Lupus le ha hecho un poco tilín, y que terminará por dar un vuelco extraño a su viaje. ¡Ah!, ¿no había mencionado que esto es ciencia-ficción? Pues sí, se trata de un relato de ciencia-ficción espacial (un road cómic espacial, como también lo han definido algunos), aunque conforme avanza la trama vemos que la ciencia-ficción (los planetas, tecnologías, etcétera) no son más que una forma de dotar a la historia de un paisaje diferente y extraño (pero muy interesante como, por ejemplo, el planeta de abuelos) a lo que en el fondo no deja de ser una exploración muy humana y cercana, la búsqueda de uno mismo. Peeters es un autor completo, con lo cual se dedica a guión y dibujo, y en ambos destaca o realiza una notable labor. Su dibujo, a la vez, claro y expresivo se dedica a apoyar la entretenida e interesante historia, haciendo que los álbumes se lean con una rapidez (y avidez) pasmosa (yo llevo dos álbumes, leídos en dos pequeños ratos libres, de un total, publicados en España, de 4). Una buena lectura para pasar un buen rato sin la sensación de que a uno le hayan tomado por tonto (al contrario, siente uno que estimula su cerebro), ¿qué más se puede pedir? Ahí queda la recomendación de hoy, con la Peeters parece decir que aunque el universo es grande, fascinante y desconocido, a nuestro lado tenemos algo tan grande, fascinante y, en muchos casos, desconocido como son las personas.

Frank, no tienes razón del todo.

Frank Zappa dijo una vez que «escribir de música es como bailar arquitectura» o algo parecido. Yo dije hace un tiempo que iba a intentar escribir lo mínimo sobre música, fundamentalmente porque me parecía que lo que hacía, mi enfoque, era redundante. Y la verdad que no creo que haya cambiado. Pero creo que es necesario que se hable, se escriba, de música, a pesar de lo que decía Frank. Es necesario, porque la música es una forma de comunicación (una de las intensas y agradecidas) y escribir sobre ella también es comunicación y ayuda comunicarla. Además de que como creación (voy a obviar la sobada etiqueta de artística, y no porque no se lo merezca muchísimas veces) merece ser diseccionada o analizada y para ello la palabra escrita, como forma de ordenar ideas, es un gran medio. ¿Y a qué vienen estas divagaciones? Pues a que la música para algunos (muchos), entre los que me encuentro, no es solo un mero divertimento o una estupidez un pasatiempo trivial para amenizar veladas. Es algo más que no hace falta que explique porque el melómano ya lo sabe o lo siente, y ese algo en forma de canciones, discos o músicos es lo que se merece se conozca; merece que se comparta porque, como le leí a alguien hace tiempo, el conocimiento (dígase música, en este caso) que no se comparte no sirve para nada. La música te puede salvar (llámalo dar sentido) un día, una semana, un mes, e, inclusive, un año. Y al final todo esto viene porque al ponerme a escuchar de nuevo «The Evangelist» de Robert Forster, uno de los grandes discos de hace dos años, he conseguido darle cierto valor a una tarde calurosa de agosto de 2010. Escuchad, oíd, música.

Pinchando en la imagen hay un enlace al disco en Spotify

Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.

«-Papá -preguntó otra vez Giannina-, ¿por qué dan menos tristeza las tumbas antiguas que las más recientes?

Un grupo más numeroso que los otros, que ocupaba buena parte de la carretera y cantaba en coro sin pensar en ceder el paso, había obligado al automóvil casi a detenerse. El interpelado metió la segunda.

-Es lógico -respondió-. Los muertos de hace poco están más cerca de nosotros y precisamente por eso los queremos más. Los etruscos, verdad, hace tanto tiempo que murieron -y de nuevo estaba relatando un cuento-, que es como si no hubieran vivido nunca, como si siempre hubiesen estado muertos.

Otra pausa, más larga, al término de la cual (estábamos cerca de la explanada contigua a la entrada a la necrópolis, llena de automóviles y autocares) fue Giannina quien dió su lección.

-Pero, ahora que dices eso -dijo con dulzura-, me recuerdas que también los etruscos vivieron y que los quiero también a ellos como a todos los demás.

La posterior visita a la necrópolis transcurrió precisamente bajo el signo de la extraordinaria ternura de esa frase. Había sido Giannina quien nos habia colocado en disposición de comprender. Era ella, la más pequeña, quien en cierto modo nos llevaba de la mano.»

Fragmento extraído del prólogo del libro «El jardín de los Finzi-Contini»